sábado, 16 de enero de 2010

...fantasmas…

Soñaba a veces que tu avión se había desviado hacia mis rumbos. Que tendría que pasar por ti, darte la bienvenida y darte un abrazo y un beso cálido. Decir que te había extrañado, que añoraba escucharte, mirarte a los ojos, sentir tu calor…

O también deliraba encontrarte en algún lugar de nuestros rumbos, topar mi mirada en la tuya, esa que conozco profunda y claramente.

No podía creer que estuvieras tan lejos, siendo que te sentía cercano aun, que recordaba como si no hubiera pasado el tiempo desde la última vez en aquel café, ese beso de despedida, junto a un abrazo que decía quédate a mi lado, no me dejes…

Meses pasaron, situaciones, personas, sueños, ilusiones… pero tu mirada, esa no ha pasado, se quedó aferrada a los hilos de mi alma, cosida entre la sutura de mis heridas; como un fantasma, rondando tras mi sombra, aterrando a quien se acerque.

Te soñaba… y me preguntaba porque lo hacía… la respuesta, era solo una: tu mirada estaba atrapada en mi… como en un laberinto que había olvidado pintar una salida. Ahí estaba mi fantasma: una mirada profunda, que atraviesa palabras, refugios, mentiras, historias, tiempos y lugares.

Es molesta, me fatiga ocultarla. Hasta duele. Duele tener que fingir que no hay nada más ahí adentro que lo que tiene que estar: Sus besos, sus caricias, palabras, gestos, las miradas furtivas, cariñosas, profundas. A sabiendas de que tenia un inquilino incomodo, con nombre y rostro, con historias en común, con momentos mágicos… decidí darle cabida a un segundo…

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