lunes, 18 de enero de 2010

...Homicidio del Alma I...

Mientras ella caminaba en la oscuridad de la calle, de sus ojos iban brotando lágrimas. Sus labios estaban deformados en una mueca que expresaba una mezcla de frustración, ira y tristeza.

Tuvo las manos atadas a su espalda. Su boca callada por un trozo de tela y cinta adhesiva. Y sus piernas atadas en una posición que la sobajaba al nivel de una mujerzuela. No podía moverse, ni gritar, ni sentir. Solo lloraba en silencio, suspiraba de dolor. Su ropa quedo sucia y destrozada. Pero mucho menos que su alma, solo quedaron girones, pedazos sin forma, sin brillo, sangrantes.

En su mirar, solo había vacío y dolor. En su corazón, si así podría llamarse, estaba almacenando ira, coraje… que sin lugar a duda saldría de una manera poco agradable. Predecible, sí. Aceptable, no.

Iba llorando; tenía el alma destrozada desde hace tiempo. No había podido sanarse. Tenia el cuerpo lleno de cicatrices de cortes profundos; el lugar predilecto para hacerlos era el interior de sus muslos.

Su sombra se proyectaba entre la calle y la banqueta, se tambaleaba un poco, efecto del alcohol que corría ávido entre sus venas. La gabardina que vestía, disimulaba su escases de masa muscular. Bebía como un marino, y se expresaba como tal. Trabajaba en un lugar de mala muerte.

Mientras caminaba rumbo a su casa, comenzó a sentirse perseguida. Quizá era una alucinación, producto de su mente enferma, o la presencia de algún animal nocturno. O ¿era una realidad?. Comenzó a voltear hacia atrás, como buscando a alguien que se ocultara entre los desniveles de las casas, o quizá entre los escombros de la casa derrumbada. Pero no había nada ni nadie… Gritó con fuerza que dejaran de perseguirla, que se fueran. Que la dejaran en paz. La respuesta fue el silencio, perturbado quizá por algunos insectos nocturnos y el eco de los ruidos de la ciudad. Pero nada más…

Tropezó con una piedra, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Golpeando su cabeza en el filo de la banqueta. El resultado: quedó inconsciente. Un vecino se dio cuenta y llamó a la ambulancia. La llevaron al hospital público. No encontraron algún documento para avisar a algún familiar, ni siquiera un nombre con el cual llamarla.

Movió un poco sus dedos… y pidió algo de beber. Le preguntaron por su nombre, algunas preguntas sobre ella. Recordaba pocas cosas. Había logrado olvidar su pasado… quizá solo momentáneamente; dijo su nombre, dirección y donde trabajaba. En el suero inyectaron algunas medicinas. Le llevaron un desayuno sencillo y con el sabor característico del hospital. Medio lo probó y volvió a dormir, profundamente…

Entre sueños recordó aquel episodio, sintió otra vez la impotencia, frustración…la tristeza y el dolor… pudo vislumbrar los rostros que le habían matado el alma.

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