Caen gotas al compás de los supiros,
sonidos de lluvia, olor a tierra mojada
fibras arrancadas del alma,
el sol aun no sale, el sol no saldrá.
Regresar al punto de partida: el mar, calor
nube, viento, caida libre, choque en seco
contra mi acera.
Y así, es el fin de otras tantas gotas que se tiran al suicidio contra el concreto, o los autos, las cabezas de las personas, pueden estamparse en la ventana del cuarto donde unos amantes hacen el amor inspirados por la lluvia, o en el techo bajo el que una adolescente ilusionada lee novelas rosas.
O llegaron a estamparse suavemente sobre mí, adentrandose a la amargura que suele recorrer mis venas, pudiendo enfriarse con mis manos, o congelarse en el corazón.
Llegaron a mala hora, cuando me desmoronaba, cuando intentaba montar de nuevo una sonrisa y remendar mi corazón y mi alma, llegaron cuando maquillaba de luz una mirada que lucia apagada desde dentro.
Quisa contribuyan en algo a formar de nuevo este ser
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