jueves, 14 de mayo de 2009

Era la hora indicada, mis pasos tenían que digirse hacia un lugar distinto, tenia que encontrarme otra vez en tus ojos, quisiera que no fuera la ultima vez, pero lo será.

Antes de salir, puse perfume en mi cuello, arregle mi mirada, puse mi cabello en su lugar, todo tenia que ser casi perfecto, casi perfecto para el adiós porque mi corazón debía dejarte ir. En el fondo sabia que iba a ser difícil, pero no por eso me daría por vencida, estaba dispuesta a luchar hasta el final.

Aunque me negaba rotundamente a dejar ir ese estado de confort, esa clase de soporte y comodín que me había acompañado desde hace uno años, a esa persona de siempre, a quien podía regresar después de un fracaso, de una decepción, de una aburrición, o de alguna rotura en el corazón.

Sabes que es lo mejor, me decía a mi misma, y lo repetía constantemente, quizá hasta lo creí real. Lo importante es que ya lo había decidido. Ya le había dedicado suficientes botellas de tequila, algunas llamadas de media noche, unas cuantas cortadas en mis muñecas y en mis muslos, litros de lágrimas, algunos tropiezos y deslices con tal de atraer su atención: ya era suficiente.

Cuando salí de mi casa, pensé que quizá te vería. No lo sabia de cierto, solo lo intuía. Podía sentir mis latidos cada vez que doblaba una calle. quizá te vería, quizá no.

Seguí mi camino. Las calles abarrotadas de gente, muchas miradas. Pero ni tu aroma ni tu mirada resaltaban entre la multitud. Subí esas escaleras, comenzaba a llegar ese olor tan sútil que deja el aguarrás y el oleo. Esa mezcla embriagante de imaginación y arte, de emoción plasmada en algo material.

Pero mi instinto me cegó. Quería verte. Terminar de olvidarte. Dejarte ir y esta vez para siempre. Seguir con mi camino lejos, muy lejos de ti y tu mirada, de tu arrogancia y tu orgullo, de tu falta de sinceridad.

Decidí seguir hacia arriba, hacer lo correspondiente como saludar y demás protocolos, no me sentí a gusto, finji demencia y huí.

Me fui hacia mi refugio emocional, a esos lugares mágicos que uno recuerda entre sueños, donde pasas momentos, instantes, que se van y jamas vuelven a ti, solo están en el recuerdo, y puedes traerlos a ti cuando te venga en gana, o suprimirlos y hacer como que nada paso.

Quería correr, llegar rápido, a ese lugar por donde no pasa el tiempo, donde nunca es demasiado tarde, y sabemos que siempre habrá alguien que nos abrace dulcemente.

No hubo necesidad de tocar la puerta, estaba abierto, como si me estuvieran esperando, había desorden, todo estaba fuera de lugar, estaba sucio. Nunca pensé que alguien hubiera entrado ahí aparte mí.

Subí las escaleras, sentía augustía en el ambiente, un poco de frió, de ese que cala hasta los huesos, me sentí sola y desprotegida. Comencé a llorar...

1 comentario:

  1. Ok, revisando tu relato:

    Usas demasiadas comas. No tengas miedo de hacer frases largas aunque, como lo veo, se trata de los espacios al leer. Pones una coma en cada pausa que debe tomar el lector. En un estilo muy personal es valido, pero en este caso, abusas de eso en el texto.

    La ortografía es muy buena, no vi errores de faltas de ortografía o problemas con acentos.

    En cuanto al contenido del relato, te falta algo. Me cuentas un día normal, le falta la sustancia. Tenemos una chica que teme volver a ver a un chico, pero no pasa nada...

    En fin, creo que sólo necesitas practicar un poco más. Escribe mucho hasta que consigas tu voz propia. Poco a poco vas viendo que te gusta hacer y que no dentro de tu texto.

    ResponderEliminar